miércoles, septiembre 26, 2007

Un cuento para leerlo despacito...

Estaba escribiendo un cuento sobre una tarde que tomaba café con dos de mis mejores amigas: mi Soledad y mi Paz. Resulta que tenerlas a las dos juntas es muy difícil, como que tienden a separarse por naturaleza, pero una vez que logras unirlas, se quedan super tranquilas, siempre a tu lado. Cuando no las tienes, por alguna razón tu vida no sigue un camino recto, sino que va por el destino de golpe en golpe, es muy difícil recuperarlas. Y no basta con tener sólo una, sin la otra el cuadro no se completa y por dentro sigues lleno de dolor.

El problema radica en que son super celosas. Cuando por ahí conozco a alguien que me gusta ..., la primera en irse es mi Paz..., empiezo a ponerme intranquilo, y aunque la nueva conocida me cause mucha alegría e inspiración, el vacío en el estómago aparece y mi Paz recoge sus cosas y se marcha. Si me llego a enamorar, entonces es mi Soledad la que levanta el vuelo, y de repente estoy de la mano con mi pareja, feliz, y sin mis entrañables amigas. Y bueno... así son muchos amigos que uno tiene... en cuanto se enamoran como que nos abandonan un poquito y sólo regresan cuando el amor se les escapó de las manos.

El hecho es que esa tarde cuando por fin había logrado juntarlas, alguien espectacular cruzó el umbral de la puerta y captó toda mi atención. A decir verdad más que mi atención, se llevó mi mirada, mis ilusiones y hasta mis sueños, en apenas un abrir y cerrar de ojos. Vi una sonrisa tan especial que hasta el café cambió de sabor, sus ojos obscuros iluminaban todo a su alrededor y por un instante el mundo era nuevamente un desafío que valía la pena vivir.

Inmediatamente mis acompañantes se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo, cambiaron de genio y entre las dos empezaron a reprocharme duramente. "Otra vez lo mismo... otra vez nos quieres cambiar por otra persona. ¿No te das cuenta que siempre se van y terminas buscándonos de nuevo? ¿Por qué de una vez no cambias y te comportas como un buen amigo?"...

Ante mi impavidez, mi Paz se levantó, lanzó unas monedas sobre la mesa para cancelar el café a medio tomar, recogió su cartera y empezó a caminar hacia la puerta. Mi Soledad se entristeció terriblemente, nuevamente su gran amiga nos dejaba y empezaba otra vez el camino del amor, que siempre había terminado en la vereda del dolor.

Cerré mis ojos por un momento y recordé mis fracasos anteriores. Lo hermosa que había sido la ilusión inicial, y lo difícil que se había tornado luego, cuando salían a la luz las diferencias o las contradicciones de nuestros sentimientos. A mi mente vinieron esas noches terribles donde mi Angustia, otra amiga, era la única que quería acompañarnos a mi Soledad y a mí. Nadie más nos llenaba, ni siquiera mis otros amigos, los de afuera, podían hacer algo. El vacío en mi estómago se hizo más profundo y doloroso. Todavía no había terminado de cerrarse desde la última vez que alguien se fue de mi lado, y no quería sentir otra vez ese sentimiento de abandono y desánimo que me suele acontecer en esos momentos dolorosos.

Me levanté y salí corriendo atrás de mi Paz, alcancé a tomarla del brazo antes de que suba en un taxi, la miré a los ojos y le dije: "Discúlpame, por favor no te vayas. Nadie vale como tú en mi vida y no te cambiaría por nada de este mundo". Mis manos temblaban y mi agitación no me permitía seguir hablando. Ella sonrió, me abrazó y despacito me dijo: "Tonto, esta vez te perdono, pero la próxima vez, sí deberás arrodillarte, si quieres reconquistarme" . Sonreímos juntos y entramos de la mano. Mi Soledad estaba nuevamente alegre y tranquila. El vacío de mi estómago disminuyó a su tamaño habitual. Había que festejar... "Mesero, un café mas por favor ... para tres"

Desconozco el autor

No hay comentarios.:

Publicar un comentario